“Ningún
hombre es una isla”
Nelson
Mandela
Dentro de
las distintas líneas del pensamiento que conforman el “universo” mental ¿e
ideológico? del coaching hay una que no deja de causarme una ciertas dosis de
perplejidad: el coaching “centrado en el individuo”.
En
principio, esta línea de actuación no tiene nada de sorprendente, ya que los
procesos de acompañamiento están dirigidos a individuos, grupos o equipos (e
incluso, a grupos que desean convertirse en equipos). No me refiero por tanto a
una metodología o enfoque de trabajo, sino a la suposición compartida por
ciertos profesionales de que es posible entender al individuo, y propulsarlo en
su desarrollo personal o profesional, sin considerar en absoluto las
circunstancias familiares, grupales u organizacionales en las que se haya
inmerso. Me remito por tanto a una forma de pensar -no exenta en ocasiones de
una ideología radical- que considera que el estado, las instituciones, los
consensos sociales, sobran, ya que coartan al individuo e impiden su
desarrollo.
Dicho de
otra forma, el trasfondo de está línea de actuación sostiene que el individuo
puede ser entendido abstrayéndose del contexto en que se genera su
comportamiento. Vendría a considerar por tanto, que somos “islas” en medio de
un inmenso océano, en el que mareas, vientos, tormentas, lluvias y huracanes no
afectan en ningún sentido no ya a nuestra “esencia” (concepto bastante ajeno al
pensamiento sistémico) sino a nuestro ser-aquí-y-ahora.
A este
respecto, merece la pena detenerse un momento y cederle la palabra a Joseph
O´Connor:
“El
pensamiento sistémico pone a prueba la idea de que se puede juzgar el
comportamiento de una persona sin considerar el sistema al que pertenece. Un
principio fundamental del pensamiento sistémico es que la estructura de un
sistema da lugar a su comportamiento. Si se dan las circunstancias favorables,
cualquiera puede triunfar; sin embargo, culpamos o premiamos a las personas
como si fueran entidades independientes”
(1)
Evidentemente,
cuando hablo de “condicionar” el comportamiento, no estoy hablando de
“impedir”. Según el diccionario de la RAE, condición es (cito la acepción que
entiendo más ajustada a la tesis de este artículo): “circunstancias que afectan
a un proceso o al estado de una persona o cosa”.
Se habla y
se sigue hablando hasta la saciedad de liderazgo. Es también un tema recurrente
en el mundo del coaching. En muchos casos, se presentan puntos de vista en los
que un líder proveedor y hasta mesiánico conduce a la grey hacia un futuro mejor.
Sin embargo, es raro que se asocie la figura del líder al de un creador de
condiciones. Desde la perspectiva del coaching, algunos –o muchos, no lo sé- sostenemos
que si un líder está para sacar lo mejor de sus colaboradores o subordinados
(dando eso sí, orientación, perspectiva y sentido a su esfuerzo) no hay nada mejor
para ello que ser un “creador de entornos favorecedores”.
Entiendo que no es ésta una idea en absoluto ajena al coaching. Si no estamos para enseñar nada,
ya que nada enseñamos, y sí para conseguir que el coachee aprenda por si mismo
(utilizando su propio bagaje, sus propios recursos, su propia experiencia)
entonces está claro que la creación de condiciones facilitadoras son el mejor
“caldo de cultivo” para que emerja el talento y los individuos lo pongan a
trabajar. Por tanto es desde la consideración –y no desde la desconsideración-
de las condiciones del entorno como ponemos las bases para que las capacidades
de cada cual se pongan al servicio de un proyecto personal o profesional que ha
de tener en todo caso –así lo creo- proyección más allá de uno mismo.
(1)
O´Connor,
Joseph: Introducción al pensamiento sistémico. Ed. Urano.
Lucas Ricoy