martes, 21 de enero de 2014

¿QUÉ PUEDE APRENDER UN COACH DE LA PSICOLOGÍA (I)?

Las cosas deberían ser lo más simples posible, pero no más simples.

Albert Einstein


Un de los aspectos que más llaman la atención a la hora de adentrarse en el universo profesional del Coaching es la enorme diversidad de procedencias curriculares de los que ejercen como profesionales. Pudiera parecer que el Coaching es una “cosa de psicólogos”, pero nada más lejos de la realidad. Derecho, Economía, ADE, Ingeniería…son algunas de las profesiones –o cuando menos estudios reglados de procedencia- que forman parte del curriculum de un buen número de coaches.


La cuestión a dilucidar, -sobre todo para aquellos que no tienen un formación específica en el área de la psicología- es qué aporta la psicología –como disciplina científica- para el buen hacer profesional del coaching. Si hubiera que contestar de manera resumida a esta cuestión, diría que la Psicología aporta una visión integrada del comportamiento humano. En la misma tiene una importancia fundamental –creo yo- la comprensión de las bases neurofisiológicas de la conducta. Vayamos por partes.


Existe un amplio acuerdo entre la comunidad científica respecto a que las 3 dimensiones básicas de la personalidad son el neuroticismo, la  extraversión, y el psicoticismo (que a su vez engloba dimensiones como apertura a la experiencia y amabilidad –o más bien carencia de-). Antes de profundizar en otras cuestiones, me parece de especial relevancia detenerse en el mismo concepto de dimensión psicológica. Para empezar, hemos definido estos factores (neuroticismo, extraversión, psicoticismo) a partir del extremo más elevado de la distribución normal. Lo cual quiere decir que, en cada una de ellas, cada uno de nosotros se ubica en algún lugar de su continuo, ya sea más cerca de la media, la “normalidad de la normalidad”, o más lejos de ella, hacia un extremo u otro. Ello rompe con la idea de que hay extravertidos y no extravertidos, o que hay neuróticos y no neuróticos. Simplemente hay personas más o menos neuróticas (o emocionalmente estables) o más o menos extravertidas (o introvertidas).


Todo ello viene a confrontar (no a enfrentar) la teoría psicológica con otros modelos, como la PNL. Lo que nos viene a decir la Psicología es que no hay libro en blanco, sino individuos con diferencias condicionadas desde el primer momento por las propias características del sistema nervioso. Sin entrar demasiado en profundidad de matices, el nivel de excitabilidad del sistema nervioso está condicionado por el funcionamiento de eso que se llama la “bomba sodio-potasio”. Este nivel de excitabilidad –e inhibición- tiene sus consecuencias en el funcionamiento cerebral, en cuestiones tan importantes como los tiempos de aprendizaje, el nivel de condicionamiento de las respuestas o la capacidad de las personas para centrarse en determinados estímulos. Simplemente parémonos a pensar en la repercusión que ello tiene a la hora de que el coachee gestione sus propios cambios. El salir de la zona de confort y consolidar nuevos hábitos requiere de unos tiempos y de una determinada repetición en la puesta en práctica. Pero dependiendo de las características del individuo (por ejemplo, su ubicación en el continuo introversión-extraversión) este proceso puede manejar distintos tiempos de maduración y lograr diferente intensidad en la “reminiscencia”, factor esté último fundamental para conseguir que el nuevo aprendizaje quede consolidado.


Por tanto, si utilizamos la analogía propia del “procesador” para aplicarla al cerebro humano, habría que concluir que éste no tiene un funcionamiento estándar y homogéneo en todos los individuos. Por el contrario, una CPU sí lo tiene, porque es el resultado de un proceso de fabricación establecido precisamente para conferir esas características. Este hecho cuestiona seriamente la citada analogía, que además ha sido desautorizada por la ciencia de manera insistente. Desde la perspectiva que nos da lo que sabemos gracias a la Psicología, un metaprograma no puede actuar de una manera neutra sobre el cerebro humano, operando bajo unos parámetros estables e invariables: “el ordenador cerebral” ya viene “de fábrica” con una manera de operar que es distinta para cada sujeto.


Siguiendo con la analogía del ordenador, hasta ahora hemos abordado algunas de las cuestiones que tienen que ver con el funcionamiento del “hardware” cerebral. Pero es que además está la cuestión de las características del “software” con el que operamos y su interacción con el citado “hardware”. Son, de hecho, el objeto de estudio de la psicología cognitiva y la psicofisiología, respectivamente. Un ejemplo de ello lo tenemos en el estudio de los sesgos cognitivos (heurísticos). A ello han dedicado gran parte de su vida científicos sociales tan reputados como Tversky y Kanehman. De forma abrumadora han demostrado cómo nuestra forma de razonar está sometida de forma intrínseca a errores sistemáticos, lo que también afecta a la intuición. Por tanto, aunque reprogramemos a las personas sustituyendo un “software” por otro, ello no evitará que el individuo siga afectado por las distorsiones y sesgos que son propios de cada modalidad de razonamiento.


Decir tanto el “yo puedo” como el “yo no puedo” son dos alternativas de programación mental sujetas a innumerable errores de cálculo y previsión. Otra cosa muy distinta es que determinados sesgos jueguen a nuestro favor generando lo que desde el coaching denominamos “autoengaño funcional”. En otro artículo citaba la “falacia de la planificación”. Bajo su influencia se tiende a sobreestimar los beneficios y a minimizar los costes (tiempo incluido) de nuestros proyectos. Este sesgo nos permite aventurarnos a la hora de emprender proyectos que de otra manera jamás abordaríamos. Manejarnos con sesgos como el citado es interpretado desde la psicología como una estrategia de afrontamiento con efecto beneficioso en la producción de péptidos cerebrales (que nos aportan la templanza suficiente para afrontar las dificultades).


(Continuará)

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