martes, 21 de enero de 2014

¿SABES LO QUE TIENES?

“Hay que saber qué se puede salvar, y de qué tenemos que desprendernos”.
Antonio Muñoz Molina

Si alguien me desafiara a expresar cuál es la idea que resume la esencia del coaching, esa que discurre por entre la totalidad de su discurso, la resumiría en “tomar consciencia de lo que tienes y utilizarlo de la manera más provechosa”.

La falta de consciencia sobre lo que tenemos es extensible al terreno de lo poco que sabemos sobre nuestro país. Recientemente tuve una amigable discusión con una vieja amiga, en la que rebatí –para su sorpresa- la afirmación de que España se estuviera desertificando. Matizando esta apreciación, habría que decir que sólo es cierto para determinadas zonas, porque en otras, mucho más amplias, la masa forestal no ha parado de crecer –en parte debido al abandono de la agricultura-. Casi simultáneamente, en un programa de televisión dedicado a la apicultura una productora defendía sin rodeos –y carezco de datos para confirmar o desmentir la rotundidad de su afirmación- que España producía la mejor miel del mundo (justificando su afirmación en factores de tradición, excelentes métodos de producción, insolación y biodiversidad). Mi consciencia sobre el primero de los datos (la masa forestal crece) contrastó con la absoluta ignorancia sobre lo segundo (la fortaleza y posicionamiento de nuestra apicultura). Si mi caso fuera estadísticamente representativo, podríamos concluir que lo habitual suele ser, precisamente, que desconozcamos lo que tenemos.

No son pocos los coachees que se quedan sorprendidos cuando les haces notar la disposición de un valioso recurso al que no han sabido sacarle todo el partido que éste merecía. ¿De dónde sale este profundo desconocimiento? Es un lugar común hablar del “punto ciego”. Como se suele decir, “haberlo, haylo”. Pero en cualquier caso, ese desconocimiento ha de ser superado “saliendo ahí afuera”. En la confrontación de nuestras acciones con la realidad va poco a poco emergiendo la evidencia de que a todos se nos dan ciertas cosas especialmente bien -y otras no tanto-.

Muchas vidas se han visto truncadas en sus posibilidades precisamente por la carencia de una figura que cumpliera con la necesaria tarea de ayudarnos a darnos cuenta, esa idea tan provocadora que la Gestalt denomina literalmente “despertar” (y que a mi me parece que describe muy intensamente la experiencia por la que se atraviesa en esa toma de conciencia). Siempre recuerdo en este sentido ejemplos afectivamente muy cercanos, en los que la inconsciencia sobre el efecto y alcance de ciertas maneras de comportarse generaban verdaderos cataclismos emocionales en los seres más allegados (y queridos). Le ocurre a personalidades “difíciles” como la “abrasiva”, caracterizada por asfixiar a los demás quitándoles literalmente el espacio vital en el que poder expresarse con libertad. La buena noticia es que ese “darse cuenta” es también en numerosas ocasiones de recursos y aspectos beneficiosos para nuestro crecimiento.

Centrándonos en el terreno del coaching que busca trabajar áreas de desarrollo profesional, ese “hacer las cosas especialmente bien” entronca directamente con la “teoría del valor” (en la versión de la teoría económica “neoclásica”). Por tanto no hablamos aquí de un sentimiento de valía subjetiva (que puede ser importante para ganar en competencias emocionales con la autoestima o la autoconfianza) sino de una valía socialmente reconocida, factor fundamental cuando de lo que se trata es de vivir del producto de nuestro trabajo. Esa valía es literalmente atribuida y concedida por otras personas que ven en lo que ofrecemos la solución a un problema, la satisfacción de una necesidad o el colmo de un deseo. En este contexto, la figura del coach cumple con uno de sus roles más comprometidos: dar feedback. La responsabilidad del profesional aquí es máxima, porque ha de ser “voz” de los entornos y contextos en los que el coachee ha de poner en práctica sus competencias. Esa comunicación de retorno por parte del coach no puede estar presidida por pensamientos del tipo “es de mi gusto”, sino en consideraciones ejemplificadas en el “te podría ser de utilidad”.

En este sentido el Modelo de Competencias proporciona herramientas de extraordinaria ayuda para autoevaluarse (y que están al alcance de todos aquellos que quieran utilizarlas). Lo característico del Assessment Center (el sistema de evaluación utilizado por este modelo) es que se aparta de la tradición “testológica” (palabro éste que representa a todos aquellos que evalúan exclusivamente utilizando pruebas de “lápiz y papel”) para centrarse en simulaciones que intentan representar los más fielmente posible el desempeño en contextos profesionales reales. A partir de la ejecución en contextos muy próximos a la realidad, se puede obtener información muy valiosa para nuestra mejora (continua).

En un reciente artículo, titulado “Mansedumbre” (http://mun.do/1j9hsya) el periodista Enric González hacía una descripción apabullante de ese carácter nacional que desde hace tiempo viene a constituir nuestro ADN identitario; no sé hasta qué punto el país, la nación de ciudadanos se interroga acerca de sí misma, para poder dilucidar de una vez qué es lo que nos pasa y empezar a partir de ahí a debatir en profundidad que tenemos que hacer para ponerle remedio. Porque sin consciencia de lo que se tiene, no hay posibilidad de crecimiento.

Y tú ¿sabes lo que tienes?


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